'NIEULOTNE'. Luz y oscuridad


CRÍTICA DE CINE

'Nieulotne' ('Indeleble'). Jacek Borcuch. Polonia-España, 2013. 95 minutos

Toca 'Nieulotne' temas universales con sutileza, sencillez y buenas formas. La tercera película de Jacek Borcuch, estrenada en el último Sundance, explora en apenas noventa minutos la figura del fugaz amor de estío, la insignificante distancia entre la felicidad y el dolor y el imborrable rastro que deja la culpa con el paso del tiempo. Es 'Nieulotne' otra película más que se desliza por ese pedregoso camino que es el tránsito de la ingenuinad juvenil a la madurez, con lo que supone en cuanto a la responsabilidad y toma de decisiones. Por esa vía corre, anda, se tropieza, se levanta y vuelve a caer la pareja protagonista,  dos jóvenes polacos de vacaciones en España y que deben afrontar la vuelta a la normalidad y la rutina desde una perspectiva inesperada. Los dos se mueven entre la luz y la oscuridad, el amarillo radiante de un verano mediterráneo y los tonos apagados que anuncian la inminencia del invierno de vuelta a una Cracovia, sur de Polonia, diferente, alejada de tantas postales.

La iluminación pesa mucho a la hora de definir estados emocionales en 'Nieulotne', contundente ejemplar de película bicéfala. Abraza dos banderas, polaca y española, dos idiomas, dos periodos del año y dos estilos de vida. Hay sol y oscuridad, vacaciones y vuelta a la rutina, alegría y tristeza, despreocupación y decisiones. Con todo, es de destacar que Borcuch sea claro en su propósito hasta el final, mostrar las inseguridades, dudas y vulnerabilidad de los protagonistas. Es igualmente subrayable que no parta en dos la película como podría aventurar esa radical dualidad. El instante más duro, rodado con una frialdad que recuerda a Haneke, ocurre en medio del oasis estival. Y el personaje que interpreta Joanna Kulig ('Ellas'), aunque parezca intrascendente, ofrece luz y gotas de optimismo entre la gelidez que enfría la segunda parte de la historia.

'Nieulotne' pide de esta forma, casi sin levantar la voz, dejando hablar a los silencios y dando espacio a una cámara que se mueve cómoda, más posibilidades de salir a la superficie. Gustó en su estreno en Sundance y después dejó una nota aceptable en Rotterdam. Más allá de las puntuales intervenciones de Ángela Molina y Juan José Ballesta, que aportan poco más que caché al producto, Jacek Borcuch  demuestra con su tercera película ser un director al que hay que seguir la pista y darle espacio para que sus propuestas, como la actual, puedan llegar a ser conocidas y sujetas a valoración.

RAFAEL GONZÁLEZ

Publicar un comentario

0 Comentarios